Los asesinos de la familia de Chiloeches (Guadalajara) sabían que la familia Villar Fernández dejaba abierta una de las puertas del chalet para cuando sus hijos salieran de noche y llegaran tarde. Y esa puerta fue por la que entraron, no tuvieron que forzar ninguna. También sabían que el padre, Ángel Villar, tenía en casa algo de dinero en metálico y, sobre todo, varios “relojes caros”. Y fueron a robarlos. Los detenidos eran “de la cuadrilla” del exnovio de la hija, Laura, también asesinada, como su padre y su madre. Conocieron a la chica y gozaron de su confianza durante un tiempo.

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